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Traducción y neologismos, un debate siempre abierto
La traducción de neologismos es un reto muy importante y complejo para los traductores, pues los idiomas existentes no paran de crear nuevas palabras o de tomarlas prestadas de otras lenguas. A la hora de tratar con neologismos, existen diversas técnicas de traducción que se pueden emplear.
Neologismos: el dinámico desafío de la traducción
La lengua, esa maravillosa herramienta con la que la evolución dotó al ser humano para dar un paso de gigante en su desarrollo y expansión como especie dominante, se halla en permanente transformación. La sociedad tecnológica ha acrecentado la velocidad de los cambios a los que, sistemáticamente, la lengua se somete en aras de vehicular rápidamente las necesidades de comunicación entre individuos.
Los neologismos representan una de las muestras más evidentes de ese dinamismo, a veces casi frenesí, transformador. Y, para los traductores profesionales, representan un reto más al que hacer frente a la hora de desempeñar su labor.
La traducción de neologismos: un debate abierto
Una de las cuestiones que con más frecuencia se repite es la de si los neologismos deben traducirse. Vayamos por orden. Los neologismos (del prefijo griego neo-, ‘nuevo’ y el vocablo logos, ‘palabra’) son aquellas palabras, expresiones o giros lingüísticos nuevos que se introducen en el léxico de una lengua. Pueden ser de varios tipos y tener procedencias diversas.
Así, por ejemplo, tenemos neologismos de forma (construidos a partir de palabras ya existentes en una lengua), semánticos (cuando una palabra ya existente adquiere nuevos sentidos en ámbitos diferentes), extranjerismos (cuando provienen de otros idiomas) o barbarismos (pronunciaciones erróneas del idioma que adquieren entidad propia y son finalmente aceptadas como palabras).
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Foto de Amador Loureiro en Unsplash
El reto de traducir extranjerismos: integración y comprensión
De entre todos los tipos de neologismos existentes, la traducción se enfrenta a los extranjerismos en concreto desde criterios bastante dispares. En principio se admite que si el neologismo se halla ampliamente integrado en la lengua meta y los usuarios conocen y entienden su significado, el término original puede mantenerse (hoy todo el mundo sabe lo que es un tsunami o un smartphone).
Sin embargo, si dicha palabra tiene una acepción existente en la lengua meta, desde las instituciones académicas se recomienda -implora, a veces- usar esta última (por ejemplo, baloncesto en lugar de basket).
Estrategias de traducción: entre la adaptación y la fidelidad
En otras ocasiones, se opta por calcar literalmente los significados que encierran los neologismos y construir con ellos nuevos vocablos en lengua meta, porque así resultan más fáciles de pronunciar o son igual de cortos y sencillos que los originales. Por ejemplo, en español decimos rascacielos en lugar de skyscraper o ratón en lugar de mouse. Asimismo, hay casos en los que se opta por buscar una equivalencia de significado que funcione en la lengua de destino.
No parece haber, pues, una doctrina demasiado sólida que defina la estrategia más adecuada para abordar la cuestión. Muchos profesionales optan por mantener los extranjerismos en toda su extensión, otros buscan equivalencias, pero la clave va a radicar siempre en que el resultado sea una construcción fluida, sin estridencias y de rápida y fácil comprensión, sin escatimar por ello en precisión ni concisión.
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